Exiliado del País de las Maravillas
Alicia reunió fuerzas y dijo: No quiero que aparezcas nunca jamás en mis sueños. No vengas por aquí en una larga temporada y ya veremos.
Perro balbuceó algo estúpido y el horizonte empezó a alejarse hasta parecer un sueño borroso, una utopía. Expulsado. Exiliado del País de las Maravillas.
Una pena dolorosa pero justa y previsible. Por más que lo soñara no merezco ser ciudadano del País de las Maravillas, pensó Perro consciente de que sólo tenía dos opciones: llorar la pena como una cadena perpetua o asumir su condición de apátrida y viajar de país en país, de maravilla en maravilla, de nunca jamás en nunca jamás.
Perro gimió en silencio y giró sobre sus pasos, hacia el sur, soñando que algún día encontraría otra puerta al País de las Maravillas, que quizá la bruja no fuese rencorosa, o tal vez se arrepintiera y olvidara el hechizo que ahora le apretaba en el pecho.
La vida es tan larga como perra y siempre se guarda sorpresas en la manga. Y yo soy viejo y callejero, pensó Perro, y no perderé ni tu rastro ni mi paciencia.
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